That magic moment in which Polaroid pictures appear before our eyes make that specialists in this format have a common virtue: we never know the outcome until the magic of chemistry reveals the result. Being humble enough to recognize errors is a constant that has turned out to become a shiny quality about our work.
David Burlacu, a Romanian exploring the dark alleys of NewYork photography since 2012, admits using it as a way to connect with the spiritual world. This has taken him to the path of continuous experimentation, where he has been assisting Steve McCurry or where he has shared coffee and cigarettes with Bruce Weber. His love of adventure awakens our eyes on each picture he takes, and now we particularly want to thank him for his great work, giving much importance to Polaroid in all its forms, even in its most ethereal, mysterious and brilliantly wrong ones.
Ese mágico momento en el que las fotos en formato Polaroid aparecen ante nuestros ojos hacen que los especialistas en este formato tengamos una virtud común, y es que como nunca sabemos el resultado hasta que la magia del químico desvela el resultado, la humildad de reconocer errores siempre es una constante que la hemos convertido en una cualidad a sacar a relucir sobre nuestro trabajo.
David Burlacu, rumano explorando los oscuros callejones de la fotografía neoyorquina desde el 2012, admite usarla como forma de contactar con el mundo de los espíritus, esos que lo han llevado a un camino de experimentación permanente, donde ha sido asistente de Steve McCurry o donde ha compartido café y cigarrillos con Bruce Weber. Donde su amor por la aventura despierta nuestros ojos en cada foto que realiza, y del que hoy particularmente queremos agradecer su gran obra dando tanta importancia al Polaroid en todas sus formas, incluso en sus mas etéreas, misteriosas y brillantemente erróneas.